Cómo se reciclan…
Las bombillas de bajo consumo y los fluorescentes
Las bombillas de bajo consumo y los fluorescentes son lámparas que encontramos de forma cotidiana en nuestros hogares, y que a lo largo de los años han ido sustituyendo a las bombillas de filamento. Sus principales beneficios con que gastan menos electricidad, tienen una mayor vida útil y permiten un mayor ahorro. Pero, ¿sabes cómo se lleva a cabo su reciclaje para evitar su impacto negativo sobre el medio ambiente?
Como idea global, debemos tener presente que los procesos de tratamiento de las lámparas están diseñados para lograr la captación de los elementos contaminantes y evitar su emisión al medio ambiente, y a su vez para lograr recuperar y valorizar la máxima cantidad de materiales con el fin de poder utilizarlos en nuevos procesos productivos.
Para ello es fundamental que las bombillas de bajo consumo y los fluorescentes, cuando se convierten en residuos, se depositen de forma adecuada en los contenedores de recogida selectiva. Estos contenedores podemos encontrarlos en los puntos limpios municipales, pero también en distribuidores eléctricos y en comercios y puntos de venta.
Reciclar de forma óptima las lámparas depende de que logremos evitar que se rompan, y de que se depositen en los contenedores sin cajas de cartón u otros elementos de embalaje que no se reciclan con las bombillas. De este modo se pueden recoger de forma separada y transportarlas hasta los gestores autorizados para su tratamiento, garantizando que reciben una adecuada gestión ambiental.
Las bombillas y los fluorescentes se componen principalmente de vidrio (en torno al 94%), metales (un 5% aproximadamente), polvo de fósforo (el 1% restante) y pequeñas cantidades de plástico, todos ellos materiales que pueden recuperarse para nuevos usos. Pero también contienen pequeñas cantidades de mercurio, una sustancia con un elevado potencial de contaminación del medio ambiente y que puede tener un impacto perjudicial en la salud humana y animal.
El mercurio lo podemos encontrar de forma residual adherido al vidrio, y también en forma de vapor de mercurio. Si se produce una rotura de la lámpara, el principal riesgo es que este vapor de mercurio tiene la capacidad de viajar grandes distancias de una forma muy rápida, por lo que puede contaminar lugares alejados de su punto de origen.
El proceso de tratamiento se inicia con la separación de los componentes en condiciones de circulación de aire que mantienen la presión negativa, desmontando el globo externo del cristal del vástago de la base, y separándolo del metal de la base que contiene el tubo interior del arco donde podemos encontrar el mercurio. Una vez separadas, las partes que no contienen mercurio se clasifican y se envían para ser sometidas a los procesos de reciclaje correspondientes.
Los metales que se encuentran en las bombillas y fluorescentes son principalmente aluminio y latón, que son enviados como chatarra para reciclaje si la concentración media de mercurio no supera los 20 mg/kg. En caso contrario, se someten a un proceso de destilación para recuperar el mercurio presente, tras lo cual se destinan a su reciclaje.
El tubo interior se somete a altas temperaturas en un horno, lo que permite la vaporización del mercurio adherido al vidrio. El mercurio se enfría y se recoge para poder procesarlo de forma adecuada. Lo mismo sucede con el vidrio, que tras ser enfriado se somete a un proceso para comprobar que ya no contiene mercurio, tras lo cual se destina a su reciclaje.
El mercurio crudo recuperado mediante el proceso térmico se destina a una destilación triple, con el objetivo de eliminar las impurezas y transformarlo en mercurio técnicamente puro. Las aplicaciones que se le pueden dar son muy diversas, gracias a sus especiales propiedades, por lo que podemos encontrar mercurio en usos dispares como la fabricación de nuevos aparatos eléctricos, como cátodo en procesos de elaboración de productos químicos como el cloro o la sosa cáustica, e incluso en determinados usos médicos.
Las modernas técnicas de tratamiento de las lámparas que se aplican en las plantas de tratamiento en la actualidad permiten valorizar en torno al 94% de los materiales que componen las bombillas de bajo consumo, cifra que en el caso de los fluorescentes se aproxima al 98%.
Podemos por tanto afirmar que la práctica totalidad de los materiales que contienen este tipo de lámparas pueden ser aprovechados y volver al mercado como materias primas para la elaboración de nuevos productos, evitando con ello el agotamiento de los recursos naturales finitos y contribuyendo a reducir las emisiones de CO₂.